Lo comenzamos a planear desde el mes de setiembre más o menos. Decidimos ir hacia la zona de Junín de los Andes (sur de la provincia de Neuquén), porque allí se concentran buenos lagos, como el Huechulafquen, Paimún, Curruhué chico y grande, Epulafquen, Lolog; y ríos como el Curruhué, Quilquihue, Collon Cura, Chimehuín, Malleo, Aluminé, etc...
Antes de los preparativos intentamos pescar tarariras en nuestra zona, Junín, pero de provincia de Buenos Aires, casi sin resultados, porque este año los fríos invernales se extendieron hasta muy entrada la primavera. Tuvimos heladas tardías hasta casi mediados de Noviembre, por lo cual el letargo invernal se extendió mas de lo debido. Piensen a esa altura del año, y todavía sin sentir un pez en la caña, la ansiedad nos devoraba.
Atamos moscas todo el invierno, lustrar los equipos (de tanto tocarlos), preparar los waders respirables Rise que recién adquiridos nos imploraban salir. Y por fin llegó el día, partimos el 8 de diciembre, encomendándonos la virgen en su día, eran las ocho de la mañana, viajando apaciblemente llegamos a Santa Rosa de La Pampa, allí un almuerzo bastante frugal y seguir viaje, atravesar el desierto pampeano desde Chacharramendi hasta colonia 25 de Mayo ingresando ala provincia de Río Negro, en ciudad de Neuquén (entrando a provincia de Neuquén) visitar a un amigo, Daniel Valls, y luego de recabar información sobre pesca y lugares seguimos viaje, pernoctar y cenar en un hotel de la ruta (Arroyito, caro para el servicio que brinda), y por la mañana seguir hacia el sudoeste por la ruta nacional 237 que llega hasta San Carlos de Bariloche, tomando mates combinados con algunos sándwiches fuimos llegando Piedra del Águila (allí hay represas sobre el río Limay, y es un muy buen lugar de pesca), simplemente la dejamos atrás, nuestra meta estaba a menos 200 Km., luego de unas subidas y planicies bastante altas comenzamos a bajar por la serpenteante ruta, lo que nos anuncia la cercanía del puente sobre el Collón Cura, que antes de construirse la represa Alicura, este puente precisamente cruzaba ese río, ahora el puente viejo esta sumergido. Allí antes de cruzar tomamos el desvío hacia la derecha (o sea, no lo cruzamos) rumbo a Junín de los Andes y San Martín de los andes respectivamente. Una ruta en excelentes condiciones hasta llegar bordeando, ahora sí el río Collón Cura, en un valle espectacular que de a ratos nos regala unos paisajes donde vemos el río con sus correderas y pozones que nos hacen soñar, y de fondo el volcán Lanín el cual sobresale con sus 3778 m. por sobre el resto de la cordillera de los Andes.
De pronto aparece el puente de La Rinconada, extenso, robusto y de una sola mano, sobre el río Aluminé (aunque ahora el cartel dice río Collón Cura, el cual fue cambiado hace unos años), mientras lo cruzamos comienzan los análisis de entrecasa, sobre el nivel de las aguas, ¿que pasará con los demás cursos de agua?, que moscas andarán, etc. O los recuerdos tal como ¿recordás el año pasado, la marroncita del Quilquihue?, ¡si y la que me hicieron escapar, esa era buena! Y así entre recuerdos y acusaciones folklóricas llegamos a Junín de los Andes, cruzamos toda la ciudad, y allí al final en el barrio Jardines del Chimehuín, la cabaña que alquilamos también el año anterior, la casa de Estela. A una cuadra del río Chimehuín. Descargamos todo, y tomamos la ruta rumbo a San martín, pero solo para parar unos kilómetros antes en el río Quilquihue, lamentablemente la lluvia y el viento nos jugó una mala pasada y de vuelta al casita.
Al día siguiente nos despertó un día calmo y una helada espectacular, que nos auguraba buen tiempo. Salimos rumbo al norte y cruzamos el río Malleo, el cual se puede pescar tanto río arriba como abajo del puente hacia la confluencia con el Aluminé, fuimos hacia arriba, luego de unos minutos arribamos a un puente, nos vestimos de combate y a caminar as orillas; este río es excelente para quienes se inician, es una verdadera escuela técnica para el fly cast.
Recorrí varios pozos y correderas con mi caña Rise n° 5, línea Air flo WF 5 F, leader trenzado, de 9 pies y un tippet 5 x rematado en una mosca Adams con alas de pluma de pato (variante mía) n° 16, la hice volar un poco y comenzó el festival de truchitas, eras chicas, pesqué 12, al mediodía cambiamos y tomamos rumbo a la confluencia, del Malleo y mas o menos a medio camino desde el puente nos metimos en unos pozos y correderas que ya conocíamos, también allí tuvimos piques, menos pero de mayor tamaño. Y regreso a la cabaña a comer un asadito a la parrilla.
Segundo día ya con algo de viento, rumbo a San Martín y bajar en la curva del manzano, famosa vuelta del río Chimehuín pegada a la ruta, caminar una media hora por el campo e ingresar al río entre los sauces (árboles), allí se suceden una gran variedad de accidentes del río poblados de salmónidos. Nuevamente el equipo armado y probar con ninfas, con algún piquecito, pero de pronto a media mañana una gran eclosión de may flies me llevó a probar otra vez con la Adams, varios se sucedieron hasta que saqué una de kilo y medio. Ya se hizo la tardecita, y en las montañas se viene rápido a noche, a la cabaña y hasta mañana.
Tercer día, tomamos el camino que bordea el Chimehuín hasta su naciente ene. Lago Huechulafquen, la famosa boca de este río. Seguimos hasta el lago Paimún, al pié del volcán Lanín. Y en la unión de estos 2 lagos un riacho que se desborda en principios de temporada, nos arrimamos a la orilla y comenzó el análisis de “expertos”, ¿no te parece que el veril está lejos?, ¿habrá algo acá?, ¡no se no lo veo buen lugar!, y mi respuesta fue ¡manga de ciegos no ven las truchas nadando ahí en 20 cm de agua, ahí nomás a menos de 10 metros!. La locura los invadió, se vistieron y entrando despacito comenzaron los lances, un promedio de 6 truchas cada uno, alguna superaba lo 2 Kg. A la hora de almorzar alguien se dio cuenta que nos habíamos olvidado todo en la cabaña, solo mates y caldos, pero el hambre fue mitigado por la pesca. Un día espectacular. Regreso a la nochecita, comer hasta los platos ya que al mediodía pasamos de largo.
Cuarto día otra vez a la curva del manzano, menos pique y mucho viento, regresamos a la cabaña a descansar un rato y como los muchachos querían hacer compra en San Martín me dejaron de pasada en el Chimehuín. Caminé un rato y comencé los lances en una curva combinada con un pozón al lado de ella, por lo que formaba un remolino. Lances contra la corriente con el agua a la cintura, acompañando la línea y mi locura era total, veía los lomos de las truchas que tomaban las moscas, saqué siete, y debo haber tenido 20 piques fallidos. Regreso caminando hasta el puente donde me esperaban mis amigos ya a cenar se ha dicho.
Quinto día viento, volvemos a la unión, el viento y la lluvia nos hizo volver y era imposible pescar en ningún lado, como dijo un amigo que escribió un libro sobre pesca con mosca: cuando las condiciones del clima no se dan me vuelvo al hotel y espero que cambie.
Sexto día amaneció despejado y con viento. Rumbo al Malleo, río arriba, una vez allí caminé mas o menos 30 minutos y llegué a un pozo excepcional, primer lance con Adams otra vez, y pique de kilo y medio, también el río allí luego de una corredera y pozón se abre un brazo en contra y forma un remolino, lanzar la mosca, casi toda la línea hasta donde forma la turbulencia, ubicarla en la junta de agua o debajo de los sauces, hacer viborear la línea para que derive y ¡pique!, se sucedían uno tras otro, ver los lomos al tomar la mosca es incomparable. Perdí la cuenta, pero se hacía tarde y debíamos regresar, estaba entra el cielo y la tierra. Jamás podré olvidar esas imágenes.
Preparamos todo, cenar, acostarnos, y 4 de la madrugada poner rumbo a nuestro Junín, y allí el último regalo que nos dio la patagonia; al transitar el camino a la vera de los ríos Aluminé y Collón cura de noche comencé a ver luces pequeñas que brillaban como si fueran estrellitas, eran los ojos de los ciervos, lo que nos obligó a transitar lento pero maravillados de poder apreciar las hembras con sus crías en pequeñas manadas y cada tanto algún macho solitario con su imponente cornamenta.
Nada mas y espero poder compartir alguna vez estas vivencias (inclusive con tarariras y dorados) aunque como todos sabemos la pesca no es una ciencia exacta.

Antes de los preparativos intentamos pescar tarariras en nuestra zona, Junín, pero de provincia de Buenos Aires, casi sin resultados, porque este año los fríos invernales se extendieron hasta muy entrada la primavera. Tuvimos heladas tardías hasta casi mediados de Noviembre, por lo cual el letargo invernal se extendió mas de lo debido. Piensen a esa altura del año, y todavía sin sentir un pez en la caña, la ansiedad nos devoraba.
Atamos moscas todo el invierno, lustrar los equipos (de tanto tocarlos), preparar los waders respirables Rise que recién adquiridos nos imploraban salir. Y por fin llegó el día, partimos el 8 de diciembre, encomendándonos la virgen en su día, eran las ocho de la mañana, viajando apaciblemente llegamos a Santa Rosa de La Pampa, allí un almuerzo bastante frugal y seguir viaje, atravesar el desierto pampeano desde Chacharramendi hasta colonia 25 de Mayo ingresando ala provincia de Río Negro, en ciudad de Neuquén (entrando a provincia de Neuquén) visitar a un amigo, Daniel Valls, y luego de recabar información sobre pesca y lugares seguimos viaje, pernoctar y cenar en un hotel de la ruta (Arroyito, caro para el servicio que brinda), y por la mañana seguir hacia el sudoeste por la ruta nacional 237 que llega hasta San Carlos de Bariloche, tomando mates combinados con algunos sándwiches fuimos llegando Piedra del Águila (allí hay represas sobre el río Limay, y es un muy buen lugar de pesca), simplemente la dejamos atrás, nuestra meta estaba a menos 200 Km., luego de unas subidas y planicies bastante altas comenzamos a bajar por la serpenteante ruta, lo que nos anuncia la cercanía del puente sobre el Collón Cura, que antes de construirse la represa Alicura, este puente precisamente cruzaba ese río, ahora el puente viejo esta sumergido. Allí antes de cruzar tomamos el desvío hacia la derecha (o sea, no lo cruzamos) rumbo a Junín de los Andes y San Martín de los andes respectivamente. Una ruta en excelentes condiciones hasta llegar bordeando, ahora sí el río Collón Cura, en un valle espectacular que de a ratos nos regala unos paisajes donde vemos el río con sus correderas y pozones que nos hacen soñar, y de fondo el volcán Lanín el cual sobresale con sus 3778 m. por sobre el resto de la cordillera de los Andes.
De pronto aparece el puente de La Rinconada, extenso, robusto y de una sola mano, sobre el río Aluminé (aunque ahora el cartel dice río Collón Cura, el cual fue cambiado hace unos años), mientras lo cruzamos comienzan los análisis de entrecasa, sobre el nivel de las aguas, ¿que pasará con los demás cursos de agua?, que moscas andarán, etc. O los recuerdos tal como ¿recordás el año pasado, la marroncita del Quilquihue?, ¡si y la que me hicieron escapar, esa era buena! Y así entre recuerdos y acusaciones folklóricas llegamos a Junín de los Andes, cruzamos toda la ciudad, y allí al final en el barrio Jardines del Chimehuín, la cabaña que alquilamos también el año anterior, la casa de Estela. A una cuadra del río Chimehuín. Descargamos todo, y tomamos la ruta rumbo a San martín, pero solo para parar unos kilómetros antes en el río Quilquihue, lamentablemente la lluvia y el viento nos jugó una mala pasada y de vuelta al casita.
Al día siguiente nos despertó un día calmo y una helada espectacular, que nos auguraba buen tiempo. Salimos rumbo al norte y cruzamos el río Malleo, el cual se puede pescar tanto río arriba como abajo del puente hacia la confluencia con el Aluminé, fuimos hacia arriba, luego de unos minutos arribamos a un puente, nos vestimos de combate y a caminar as orillas; este río es excelente para quienes se inician, es una verdadera escuela técnica para el fly cast.
Recorrí varios pozos y correderas con mi caña Rise n° 5, línea Air flo WF 5 F, leader trenzado, de 9 pies y un tippet 5 x rematado en una mosca Adams con alas de pluma de pato (variante mía) n° 16, la hice volar un poco y comenzó el festival de truchitas, eras chicas, pesqué 12, al mediodía cambiamos y tomamos rumbo a la confluencia, del Malleo y mas o menos a medio camino desde el puente nos metimos en unos pozos y correderas que ya conocíamos, también allí tuvimos piques, menos pero de mayor tamaño. Y regreso a la cabaña a comer un asadito a la parrilla.
Segundo día ya con algo de viento, rumbo a San Martín y bajar en la curva del manzano, famosa vuelta del río Chimehuín pegada a la ruta, caminar una media hora por el campo e ingresar al río entre los sauces (árboles), allí se suceden una gran variedad de accidentes del río poblados de salmónidos. Nuevamente el equipo armado y probar con ninfas, con algún piquecito, pero de pronto a media mañana una gran eclosión de may flies me llevó a probar otra vez con la Adams, varios se sucedieron hasta que saqué una de kilo y medio. Ya se hizo la tardecita, y en las montañas se viene rápido a noche, a la cabaña y hasta mañana.
Tercer día, tomamos el camino que bordea el Chimehuín hasta su naciente ene. Lago Huechulafquen, la famosa boca de este río. Seguimos hasta el lago Paimún, al pié del volcán Lanín. Y en la unión de estos 2 lagos un riacho que se desborda en principios de temporada, nos arrimamos a la orilla y comenzó el análisis de “expertos”, ¿no te parece que el veril está lejos?, ¿habrá algo acá?, ¡no se no lo veo buen lugar!, y mi respuesta fue ¡manga de ciegos no ven las truchas nadando ahí en 20 cm de agua, ahí nomás a menos de 10 metros!. La locura los invadió, se vistieron y entrando despacito comenzaron los lances, un promedio de 6 truchas cada uno, alguna superaba lo 2 Kg. A la hora de almorzar alguien se dio cuenta que nos habíamos olvidado todo en la cabaña, solo mates y caldos, pero el hambre fue mitigado por la pesca. Un día espectacular. Regreso a la nochecita, comer hasta los platos ya que al mediodía pasamos de largo.
Cuarto día otra vez a la curva del manzano, menos pique y mucho viento, regresamos a la cabaña a descansar un rato y como los muchachos querían hacer compra en San Martín me dejaron de pasada en el Chimehuín. Caminé un rato y comencé los lances en una curva combinada con un pozón al lado de ella, por lo que formaba un remolino. Lances contra la corriente con el agua a la cintura, acompañando la línea y mi locura era total, veía los lomos de las truchas que tomaban las moscas, saqué siete, y debo haber tenido 20 piques fallidos. Regreso caminando hasta el puente donde me esperaban mis amigos ya a cenar se ha dicho.
Quinto día viento, volvemos a la unión, el viento y la lluvia nos hizo volver y era imposible pescar en ningún lado, como dijo un amigo que escribió un libro sobre pesca con mosca: cuando las condiciones del clima no se dan me vuelvo al hotel y espero que cambie.
Sexto día amaneció despejado y con viento. Rumbo al Malleo, río arriba, una vez allí caminé mas o menos 30 minutos y llegué a un pozo excepcional, primer lance con Adams otra vez, y pique de kilo y medio, también el río allí luego de una corredera y pozón se abre un brazo en contra y forma un remolino, lanzar la mosca, casi toda la línea hasta donde forma la turbulencia, ubicarla en la junta de agua o debajo de los sauces, hacer viborear la línea para que derive y ¡pique!, se sucedían uno tras otro, ver los lomos al tomar la mosca es incomparable. Perdí la cuenta, pero se hacía tarde y debíamos regresar, estaba entra el cielo y la tierra. Jamás podré olvidar esas imágenes.
Preparamos todo, cenar, acostarnos, y 4 de la madrugada poner rumbo a nuestro Junín, y allí el último regalo que nos dio la patagonia; al transitar el camino a la vera de los ríos Aluminé y Collón cura de noche comencé a ver luces pequeñas que brillaban como si fueran estrellitas, eran los ojos de los ciervos, lo que nos obligó a transitar lento pero maravillados de poder apreciar las hembras con sus crías en pequeñas manadas y cada tanto algún macho solitario con su imponente cornamenta.
Nada mas y espero poder compartir alguna vez estas vivencias (inclusive con tarariras y dorados) aunque como todos sabemos la pesca no es una ciencia exacta.





